Las azoteas

Publicado: May 22, 2024 en Uncategorized

En los años de universidad leí un relato de Julio Ramón Ribeyro que giraba alrededor de las azoteas en Lima, ciudad acentuadamente gris en estos tiempos del antropoceno. Desde entonces me fijo mucho en las azoteas a donde vaya. En Isla Grande (cada vez monetariamente más indigente de acuerdo con el informe del INEI) hay pocas azoteas y las que existen tienen la cruel suerte de ser desatendidas. Es un espacio que, en Perú o quizás de gran parte de América Latina, salvo excepciones, es un lugar abandonado, que apenas se le da importancia, como si en la memoria de los propietarios no existe ese espacio de la casa. Allí se arrinconan cosas que tienen poca utilidad material, está lleno de polvo o donde se construyen cuartuchos pequeños que alojan a personajes como el descrito por el autor de “Prosas apátridas”. En el caso de Lima, desde la ventanilla del avión te puedes dar cuenta que la azotea es un lugar inconcluso ¿será acaso de aquellos proyectos truncos que se inician y no se terminan? Se proyecta hacer una segunda planta y esta planta queda allí, en ilusiones, ya sea por falta de financiamiento, una mala planificación o simplemente, ya no se construyó más porque surgieron otras prioridades. Pero no son solo los propietarios, en las azoteas de las instituciones pasa lo mismo. Desde la ventana del edificio donde estoy veo que la azotea no es uno de los lugares más cuidados, allí se improvisan la construcción de oficinas. En otros lugares, estas terrazas están arregladas con mimo, hay macetas con plantas, enseres para el descanso y el ocio. En el verano estas terrazas salen a relucir y son usadas como un espacio más. Inclusive, en estos tiempos de la plaga del turismo, son usadas para el negocio de restauración donde venden licores y esparcimiento. Las terrazas o azoteas tienen vida propia como en Lima o cualquier otro lugar.

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