Hay términos o conceptos que tanto usarse y por el mal uso devienen en nociones vacías y carentes de significado que pueden ser empleadas en cualquier dirección. Han sido deshuesados. Los lemas empleados en las revueltas estudiantiles de Mayo del 68 fueron apropiados por las empresas y los bancos, la ensayista canadiense Noemi Klein lo dice en su libro «No logo», ella hizo el prólogo del libro «Karuara. La gente del río». Aquí en España, con el famoso movimiento del 15M pasó algo parecido, la publicidad bancaria se apoyaba en los eslóganes de este movimiento crítico con la inercia de la sociedad. Parecieran que las definiciones se agotaran al ser mal usadas. Algo así ha pasado y pasa con el término ecológico. Las empresas, comercios y eventos añaden la coletilla sustentable o ecológica. Cuando la leo me inundo de escepticismo y duda. Esta es una corriente mundial, hay que camuflar, disfrazar (¿por qué no adulterar?) el producto. Iquitos no ha podido ser la excepción en una fiesta tan emblemática como la de San Juan. Leía la promoción que decía algo así de el Primer Festival Ecológico del Juane y su chicha ¿? La primera pregunta que me rondó ¿Hay juanes y chichas ecológicas? Para aseverar eso, dije, seguro que han hecho una medición de la huella ecológica de tan conocidos potajes amazónicos ¿habrá un juane o chicha de kilómetro cero como enseña la moda gastronómica?, parece ser que nada de eso ocurrió, pero lo importante era acuñar el término, si fuera o no ecológico es lo de menos. Debe ser una cualidad de los trópicos la de exagerar cualquier evento, aunque no solo los eventos, diría yo. Dentro de la programación estaba un concurso canino, ¿perdón? Pero este concurso que tiene que ver con la fiesta de San Juan o dentro de ese festival de marras, no daba crédito. Está comprobado que estos concursos lo único que hacen es generar un estrés morrocotudo a los participantes, es decir, a los canes ¿lo tuvieron en cuenta? Cualquier animalista hubiera impugnado tremendo despropósito. Como colofón fue la pachanga, como no, la del circo para todos, hay imágenes embriagadoras sobre la fiesta con lleno a tope. Lo descacharrante fueron los comentarios en los muros de FB, uno de ellos decía: ¡Por fin, Iquitos está en el mapa! Me quedé perplejo ¿De cuál mapa? Por este olvido que adolecemos en el palustre me acordaba que en la pandemia del COVID 19 la ciudad de Iquitos estaba en el mapa mundial por la alta cantidad de contagios y muertes ocurridas en ese momento, pero ya lo hemos olvidado. La radical alma pachanguera ha vuelto y con fuerza a la palestra. Coincidentemente para esta fiesta, las comisiones del agónico Congreso rechazaron el proyecto impulsado por un congresista de la Amazonía que fue apoyado por el gobernador de la región Loreto y otros conmilitones de dudoso quehacer social, sobre la afectación a los territorios de los integrantes de pueblos indígenas aislados y no contactados; la embestida sobre estos pueblos a favor de la extracción de los recursos se ha detenido, pero hay que estar alertas. Con esas encontradas emociones se vive en la floresta.
P.D. Para más inri, esta fiesta representativa en la Amazonía nos dejó una oferta cultural de mínimos. Como anécdota con gramos de grosería una editorial ofrecía libros a cinco soles y remachaba: más barato que un juane. Por favor, enciendan la luz.