Hay diversas Amazonías. Así como varias memorias sobre la manigua a pesar de que sobre ciertas poblaciones persista la injusticia testimonial. Es un inmenso territorio con una pluralidad de poblaciones, bosques y ríos que atraviesan nuestros sueños y pesadillas. A esto hay que sumar la precariedad institucional arrellanada desde hace un buen tiempo y con pocos indicadores de cambio. Advertir que a pesar de vivir en una región que tiene un protagonismo esencial en el ecosistema global, la literatura se ha acercado a ella tímidamente, salvo casos muy puntuales, como el poemario inédito de Ana Varela, escrito en clave ecológica. Bajo estas pinceladas, muy apretadas, persisten todavía una serie de cortapisas y derroteros positivos que rápidamente paso a referir: A) La literatura amazónica sufre las consecuencias del centralismo asfixiante. Es casi inexistente salvo para decorar los discursos de ser un país multicultural. Un caso clamoroso de esta falta de interés son los rencos ensayos de José Carlos Mariátegui. El Amauta pasa de puntillas sobre la floresta, pasándole el testigo a Miguelina Acosta, una interesante jurista yurimaguina. Situación y pasivo que obliga a la literatura del marjal a trabajar desde los márgenes. B) Es un espacio donde libra sus propias batallas, como la tensión existente entre la tradición oral y la escrita, tirantez irresuelta de la que todavía no se ha encontrado el encaje adecuado. C) La literatura de viajeros (no de viajeras desgraciadamente) es un gran lastre que pesa sobre los hombros de quienes se dedican a este oficio. Desde los cronistas extremeños hasta los viajeros modernos que recorren la floresta han dibujado un marjal ajeno a nuestros intereses. D) Las muertes del Putumayo por la explotación cauchera sigue siendo una herida abierta. La literatura amazónica en lugar de reflexionar y proponer una nueva ética y estética ha optado por decorar el bosque con escenas costumbristas. E) Hoy por hoy, cuando se alude a la floresta, ya no está concentrado en Iquitos. Poco a poco van surgiendo otros centros culturales como Pucallpa, Tarapoto, Moyobamba y Madre de Dios. Faltando agregar a muchos otros, como pueden ser los de la Selva central. Esto ha cambiado y está cambiando. F) La escasa comunicación entre los escritores y escritoras del palustre dificulta mostrar su diversidad. G) La nula política pública alrededor del libro y su difusión porque ni siquiera existe un mercado de consumo (oferta y demanda) que socava, en el mediano plazo, la creación de una comunidad imaginada. H) Hay una emergente escritura que se troquela en el exilio, como por ejemplo, la narrativa de Jorge Nájar. Así a vuelapluma tenemos en este estado de la cuestión asignaturas pendientes y puntos a favor, seguro que hay más. Con toda esta carga pesada de la situación actual ojalá se pueda hacer camino, pero confieso que me gana el remusgillo de que nos avasalle la indiferencia. El pensador italiano Antonio Gramsci decía que “la indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es vida”, por eso no nos queda otra que agitar el avispero.
Publicado en el Diario Voces, Tarapoto, Perú