Perú desde diciembre del año pasado está sumergido en una crisis política de gran calado que no sabemos cuáles serán las consecuencias de este seísmo que se escoraba hacia el autoritarismo. Curiosamente, lo que más hablan en la palestra son los periodistas, científicos sociales de todo pelaje y condición, abogados, presumibles constitucionalistas, casi todos imbuidos con ideas e interpretaciones centralistas o centralizadas. El Perú para ellos pasa por Lima. Es un grueso error de perspectiva, se analiza desde el centro sin desplazarse a los márgenes. No se hace esa debida flexión por pereza intelectual o simplemente porque así estamos acostumbrados –esto incluye a la inteligencia amazónica, si la hubiera. Una clara muestra de ese error descomunal es que recién se dan cuenta de lo ocurrido en Puno o en el sur andino –con el añadido que estos actores con sobradas razones han pensado segregarse del país, es más, antes ni siquiera miraban lo que sucedía más allá de Lima y balnearios. Lo grave es que se persista en ese grueso desliz con la que está cayendo. En este proceloso mar de fondo la Amazonía o los que vivimos en ella, pareciera que vamos a nuestro aire o muy despreocupados, como si estuviéramos muy lejos de lo que ocurre en los Andes y más allá de ellos ¿Qué dice la Amazonía? ¿Tenemos algo que señalar en toda esta turbulencia?, ¿Hay propuestas desde este lado de la Amazonía, por ejemplo, de un modelo de Estado descentralizado o con más acento en las regiones? O ¿en el tema del uso de los recursos naturales? Los únicos que han leído bien esta tormenta perfecta son los extractivistas que están proponiendo, por ejemplo, reformar la ley de Pueblos indígenas aislados o no contactados, para su propio beneficio bajo el paraguas de un Congreso devaluado y deslegitimado. Seguimos sumergidos en el letargo o solo repitiendo análisis e interpretaciones centralistas y perdiendo el sentido de la oportunidad. Tenemos mucho que decirle a ese Perú que vive ensimismado en Lima, pero nos gana la maldición de la desmaña y el silencio.
P.D. La paradoja es que vivimos en la floresta bajo un páramo de ideas.
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