Archivos para enero, 2014

¿Qué nos contarían?

Publicado: enero 30, 2014 en Uncategorized

Lo que sucede es que en todas las matanzas de la historia hay sobrevivientes
Jorge Semprún

¿Se puede escribir sobre el horror? En una novela de J M. Coetzee uno de sus personajes se hace esa misma pregunta y contesta que no se puede escribir solo sobre el horror. Sería inaguantable. Es toparse contra un poso de la maldad humana. Que en una historia pergeñada sólo prime el espanto me parece, digo, que no se pudiera, corres el riesgo de salir chamuscado y sin fuerza. Emocionalmente quien escribe puede terminar desquiciado y pidiendo un psiquiatra. Puedes producirte un aneurisma. Es como vivir en el infierno teniendo como compañero de cuarto a Belcebú. Quien pasa por eso necesita a gritos un balón de oxígeno cada final del día, igual quien vivió en horror no puede vivir pensando las veinte y cuatro horas del día, sería un martirio que no conlleva a nada. Puede llegar a paralizarte y ser estéril, te anegas de culpa. Y bajo el umbral de estas mismas reflexiones se preguntaba, contestaba y replicaba el narrador de la novela “La escritura o la vida” de Jorge Semprún que pasó por la experiencia de vivir en un campo de concentración, Buchenwald. Escribir sólo sobre el horror sería una locura. Y Semprún lo tiene muy claro desde el principio, y la novela es aliñada con pasajes de la vida del personaje antes y después de entrar en el campo de concentración. Sientes más humano al personaje. Traigo esto a colación porque de las matanzas del Putumayo y de otras áreas lugares faltan las voces de los sobrevivientes y me preguntaba ¿Qué nos hubieran contado o que nos contarían de esos horrísonos episodios de sus vidas?, ¿Estaríamos dispuestos a escucharlos? Por eso el proyecto de recuperar la memoria de las víctimas es una asignatura pendiente y Leonardo Tello, Radio Ucamara, en Nauta ha dado los primeros pasos, apoyémoslo.

Monólogos del bosque

Publicado: enero 30, 2014 en Uncategorized

cronica 5
Fuente: Época del caucho: imágenes del horror

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Dejó de mirar las fotos y buscó un mazo de tabaco para armarse un pitillo. Le encantaba ese olor que inundaba la casa de la abuela [cerca del río] cuando era niño y jugaba en las hamacas. Se puso triste como los domingos a las seis de la tarde de su infancia, era una losa pesada, es que al día siguiente volvía al colegio. En ese panóptico escolar, rebuznaba, no era libre. Estaba preso de manos y de conciencia. Conforme avanzaba la hora se emponzoñaba, lentamente, la tristeza que empezaba en los pies y subía a su aturullada memoria. Le dolía hasta las entrañas repasar esos retratos del infierno. Ocurrió cerca de aquí, a unos pasos, eso le escocía. La mecedora se pegaba a su peluda humanidad, se movía despacio aspiraba y arrojaba el humo para que no vinieran los mosquitos. Escuchaba jazz, quería refugiarse del ahogo. Se hundía despatarrado en el fango. Chapoteaba en ese mar salado del desasosiego. Zozobraba como un naufrago en busca de la orilla. No podía creer que la violencia se apoderara y ensañara en ese lado del bosque y apisonara a seres humanos. Desde lejos miraba el campamento cauchero, se oían quejidos de niños, mujeres. A los abuelos los mataban a machetazos. Que no se recuerde. El sonido del látigo sobre el cuerpo humano le estremecía. Las torturas alrededor de los cepos infringían más pena. No había jaculatoria que frenara eso. Pero desgraciadamente esa desalmada pesadilla se volvía a repetir. Se permitía la extracción de oro con dragas informales en el río Nanay. Había derrames de petróleo incontrolados y se niega que los hubiera por el Marañón. Se entregan concesiones forestales bajo cuerda en el Napo, Ampiyacu. El trabajo se remuneraba mal y peor. La violencia siguiendo acosando a los árboles, a la fauna silvestre, a los otros recursos. Ayer el caucho, hoy el petróleo. Se sumerge en el mar de aflicciones.

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Las otras wuarmis

Publicado: enero 29, 2014 en Uncategorized

cronica 6
Fuente: Época del caucho: imágenes del horror

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Miraba entre los árboles al cielo y parecía que la lluvia empezaba a escampar. Con este chaparrón tropical la selva muta a la velocidad de la luz. Una quebrada caudalosa en cuestión de segundos es un simple e inane riachuelo. Mira al cielo, se raspa la barbilla con pelos, y cuenta, ceremoniosamente, con los dedos de la mano y concluye que son los meses de creciente, el río engorda que no veas y parece una gruesa anaconda con estómago satisfecho que dormita. Rebusca entre la pila de fotos y escoge una en la que aparecen mujeres pero de otro rango ¿eran extranjeras?, ¿agentes de civilización como decía un cronista del antiguo astillero?, ¿son las portaestandartes de la igualdad de derechos? Seguro que si Miguelina Acosta, jurista amazónica y feminista declarada, se hubiera enterado de esto lo denunciaba sin rubor. Todo parece indicar que se trataba de la imagen de un fundo [cortijo, hacienda a escalas de la floresta]. Se observa a una mujer de vestido largo con sombrero y con uno de los brazos en jarra como demostrando quien manda aquí, porta zapatos. Al lado de ella una niña que mira a las otras mujeres que están sentadas en un tronco y junto a esta chiquilla otra de menos edad y que no viste de vestidos blancos o cálidos como ellas ¿era una niña india? Pisando el mismo tronco hay una cría mirando a otro lado y se lleva la mano a la boca, distraída. Quien tomó la fotografía quiso tomar una estampa de la vida cotidiana pero el retrato es polisémico, muestra las relaciones de poder, la asimetría. La mujer con sombrero desde un tronco más alto miraba a sus subordinadas y supervisaba el trabajo porque ellas no se ensuciaban las manos. Las que están sentadas en los troncos a ras del agua lavan ropa ¿era la abuela?, una de ellas le prestaba atención a la mujer que lucía cofia y la otra, esquivamente, mira al fotógrafo, a la cámara. Casi de soslayo. Acumulaban mucha tarea, hay prendas en un tronco más grueso y la que ellas lavaban o enjuagaban en ese momento, para un pintor costumbrista y romo sería una viñeta genuina. Es muy curioso que detrás de estas mujeres del primer plano, al fondo, haya cinco hombres vestidos con traje y sombreros y miran, estos sí, a quien fotografiaba. ¿Qué nos han querido decir? Nos escorzaban un mundo idílico, cada uno en su sitio y cumpliendo las tareas. Un jardín sin malezas. O quizás también nos muestre las relaciones de ese impoluto jardín que ocultaba la maraña de relaciones difíciles que se vivía entonces. El perezoso se quedaba cada más intrigado al repasar las imágenes ¿Qué difíciles y complejos son estos seres humanos? Lo que dicen no lo hacen.

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¿Una persona sin atributos?

Publicado: enero 28, 2014 en Uncategorized

Su rostro parece de funcionario gris, que está empecinado en la hora de marcar la tarjeta de la chamba y salir del trabajo a su casa, que tiene hobbies como el de coleccionar maquetas de barcos y aviones. Escrupuloso de los procedimientos pero que escucha a todo quien reclama y resuelve con ponderación. Además sus trajes dicen mucho de él, muy circunspecto y difícil para la risa fácil, de los chascarrillos entre colegas o compañeros, los mira con indiferencia. Es un hombre serio. Que por lo que aparenta no admite sinecuras como su compañero de al lado [a García Pérez se le nota a leguas que no es trigo limpio, por ejemplo]. Da la impresión que de su vida privada se sabe poco o simplemente no tiene o tiene poco que contar ni un accidente casero como que el carro al momento de venir al trabajo tenía las ruedas desinfladas, está avocado a su trabajo en esa jaula de hierro que hablaba Max Weber. Un hombre sin atributos, presumiblemente. Uno puede imaginar eso y mucho más sobre este personaje con sólo mirar una foto de Francois Hollande, el presidente de Francia. Con la cara, aparente, de seriedad, un burócrata de libro, este hombre discreto ha sabido conquistar los corazones (sentimientos) de bellas mujeres como es el caso de Segolene Royale, Valérie Trierweiler y, la reciente vista a la luz, la actriz Julie Gayet, (aunque el rumor es que los escarceos y roces con la actriz venían desde hace dos años más o menos). Hay algunos amigos en plan chacota [atufados de machismo] piden que escriba un manual como el de Ovidio, “El arte de amar”, seguro que sería un éxito de ventas. Pero ese lío de alcoba ha traspasado los espacios del poder y está en las revistas rosas como le pasó al expresidente Clinton, Berlusconi y otros. En el caso de Perú, a García Pérez y Toledo pasaron por lo mismo con diferentes matices. El más patético fue el de García que amenaza ser presidente otra vez – que empecinado el tío, dios no lo quiera (pero mi oposición no es por su incontinencia sexual si no por sus retorcidas ideas y la corrupción que siempre le rodea). Me parece que estos mandatarios tienen vida privada y no hay que hacer más escarnio pero el morbo por lo que sucede en la alcoba puede más.

Las caucherías

Publicado: enero 28, 2014 en Uncategorized

cronica 7
Fuente: Época del caucho: imágenes del horror

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Todas las fuerzas en exceso aprisionadas
laceran y destruyen
Charles Dickens

Se dio un respiró y recordó ese mito indígena que señalaba que la floresta amazónica fue sólo bosquejada por los creadores o creadoras porqué el compromiso de la persona humana era perfeccionarla paso a paso en una labor de artesanía. Era un constante hacerse. Reelaborarse. Sonrió. Le golpeaba en la memoria lo que observó de visita en una maloca, los Uitoto de la yuca amarga y venenosa luego de domeñarla elaboraban el casave [tortilla de yuca muy agradable] y el tucupí [ají]. Es decir, afinan lo que la naturaleza les otorga. Esa era la lección. Como la abuela que de las ramas del bosque y su sapiencia sanaba a las personas. Alejaba a los malos espíritus. Pero no se puede decir lo mismo que se hizo bajo el furor de la Hevea brasiliensis, el descepe trajo harto dolor, sufrimiento, humillación ¿por qué? Dos lógicas diferentes de intervención sobre el cuerpo de la algaida. De un lado, recolectar, seleccionar, probar y degustar, y en lo posible, en equilibrio con la naturaleza [¿es un chalado sueño ecologista?, ¿una referencia animista que espanta la lógica cartesiana?]. El otro método, destripar sin más [en las aguas del río Corrientes hay poco peje]. Pensó por un momento que bajo ese arco de tensiones y pesadillas del llamado progreso ha convivido la Amazonía. El corazón se le quedó aterido. Masticaba esas ideas al volver a mirar las fotos. Se quedó por unos minutos, unos once, detenido en una de ellas. Mostraba una de las edificaciones en la selva, era uno de los puntos de recolección y carga de lo que se extraía del monte, el oro blanco. Era de dos pisos y de ladrillo. En la parte primera, en primer plano un pelotón de niños indígenas, adolescentes, sentados y, casi unánimemente, miraban a la cámara del clic [sí, ¡niños!]. Otros miraban a los que pesaban la carga montaraz, unas longanizas de shiringa. Los encargados de pesar la carga vestidos de traje y sombrero, y como no, dando la espalda a los muchachos que estaban sentados como esperando. El ambiente quiere aparentar una calma chicha. Sí. Pero la buena intención del fotógrafo se tuerce en sus intenciones. Lo hizo sin querer. Se muestra la externalización de los costes, lo que llaman los economistas o mejor dicho, la invisibilización de ellos. Es mano de obra barata, baratísima. En muchos de ellos la recompensa era entregarles en contraprestación chucherías. Sin rubor se expone el trabajo infantil, casi todos tienen caras de impúberes. Sin mala intención se retrata la codicia empresarial al emplear niños, sí, casi todos eran varones. Estos patas, rezongó con reconcomio, lo dejaron todo patas arriba.

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Un titular así llama a confusión. ¿Qué? Es una de las interrogantes. Pero el diario El País, que cada día anda peor, en una edición de su revista del domingo titulaba con una foto a todo color, El granero de la cocaína mundial. Viaje a Perú, primer productor del planeta. En la foto se mostraba a un campesino cocalero masticando coca, uno de sus carrillos estaba inflado y cosechando la hoja de la coca (recordemos que la hoja de coca tiene valor ancestral en diferentes pueblos indígenas amerindios, es más he consumido coca en el Ampiyacu con dirigentes Uitoto en diferentes malocas). Desgraciadamente este anónimo campesino no puede impugnar ese titular zafio del periodista o de quien pergeña esos absurdos titulares ¿Por qué un titular tan mal intencionado y confuso?, ¿para vender más?, ¿en la exageración está el gusto?, al ciudadano/na de a pie se tiende a confundirlo o el mensaje era erradicar a toda costa el consumo de coca aunque ésta sea usado de modo ancestral. No es lo mismo coca que cocaína, la misma diferencia de la uva con el vino, son dos productos diferentes pero para el periodista le daba igual y retrata a un campesino masticando coca. Amén del contenido de la crónica que está plagado de lugares comunes. Es decir, poco creativo para un viaje de esa naturaleza. Bajo esa sombrilla protectora tenemos que con los indicadores objetivos de la realidad cotidiana que arroja España un o una periodista peruano/na pudiera titular: España: granero de la corrupción mundial y acompañar al titular la fotografía de un funcionario o funcionaria de un Ayuntamiento o de la Administración central por ser uno de los hilos de la corrupción. No es así. Aquí la democracia de baja intensidad se debe a que las instituciones que han debido velar por el bien público se han hecho los ciegos y sordos y por eso la corrupción se paseaba y pasea impunemente por los partidos políticos sean estos de derechas o de izquierdas o nacionalistas [cuyo apetito por el dinero no discriminaba si el dinero era español o catalán, por ejemplo, ¿la corrupción tiene bandera?], sindicatos entre otros. Cada día hay noticias sobre trata de mujeres, niños. Hay mafias para la inmigración ilegal y por eso vamos a decir que en España es el granero de la corrupción. Se pide ponderación.

Los jefes

Publicado: enero 27, 2014 en Uncategorized

cronica 8
Fuente: Época del caucho: imágenes del horror

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Los minutos pasaban sin parar, el estomago clamaba de hambre. Esperaré que el sol se ponga en el medio del cielo y bajaré a comer. Es un día raro, empezó muy de madrugada con neblina densa, dicen que en días como esos el sol duele como nunca. Muy temprano las hojas estaban mojadas de rocío. Sabían jugosas y frescas. Que buen desayuno me dí, resolló casi sonriendo mientras se palpaba la mofletuda panza de cerdas. Se levantó y agachó dos veces, ja, me ejercito para que las piernas no se duerman. Sacó al azar una de las fotos del sobre amarillo que cambió de color, están jaspeados de verde y marrón. Esta foto no tenía desperdicio, sentenció mientras las oteaba. Es una larga fila de personas. Entre ellas hay indios, algunos de taparrabos y otros con camisa y pantalón ¿eran a los que llamaban indígenas semicivilizados o racionales? Pero uno y otros andan descalzos. ¿Serán los grados de la civilización: salvajes, semicivilizados y racionales? Seguro que les han hecho formar en fila para ese momento. Los que aparecen en la foto son muchachos. Es un día que han tumbado el monte y quemado rastrojos. Se visualiza el humo. Los jefes de traje blanco y sombrero del mismo color – hay uno de ellos que abrazaba paternalmente por el cuello a uno de los niños. Detrás de la fila hay una casa, emerge con claridad el techo de hojas silvestres. Será uno de los almacenes donde depositaban la goma. Conforme avanzas siguiendo la fila las miradas cambian de dirección. Los primeros ojean a la cámara pero después de los jefes desvían la vista por algún incidente y dejan en vacío al retratista. La fotografía muestra al mocerío. No a gente mayor y menos a los abuelos. Ellos son los ausentes. En las labores diarias salen, casi siempre, los niños. Los más vulnerables. Es una prueba más de la despiadada explotación de seres humanos. La fotografía no sigue la ruta que quiere el fotógrafo sino lo que se interpreta del retrato.

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El jefe/The boss

Publicado: enero 26, 2014 en Uncategorized

cronica 9
Fuente. Época del caucho: imágenes del horror

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Desde la copa de los árboles miró al río lleno de recodos. A lo lejos divisaba una lancha que traqueteaba al surcar las aguas, vienen más turistas indicó con resignación. Me cansan, clic, clic, clic. Suenan monótonamente esas máquinas fotográficas como si fueran disparos. Con ellos desaparece la intimidad. Sus halagos son empalagosos y con tonillo de urbanitas culposos. Así todos los días. Agota. Se bajó a comer al mediodía y se embuchó un banquete pantagruélico de vegetariano, comió hasta reventar. Volvió a montarse sobre el tallo del árbol y encaminarse a lo alto. En su camino las hormigas no cesaban de subir y bajar, no descansan nunca. No conocen el ocio, restregó con ironía. Se sentó al lado de las fotos. Suspiró. Le daba vueltas a lo que veía en esas imágenes. Sacaba cuentas que desde que repasaba las fotos se le cortó las ganas de dormir. Se despertaba con alucinaciones. Se pasará, chasqueó. Esta vez escogió una en la que salía uno de los jefes por una de las estancias, no se sabe cual ¿Abisinia?, ¿Matanzas? ¿Andoques? ¿Atenas? Sí, uno de los gerifaltes de la Peruvian. Ese señor atildado de bigotes mostachos que no mira al retratista. De corbata oscura y traje blanco. Es como si estuviera despistado, en otro mundo ¿pensando en los juicios penales en Isla Grande?, ¿en el rédito del negocio de la goma?, ¿de usar la pluma contra sus detractores?, ¿de la venta de sus acciones en Londres? Está rodeado de capataces y de trabajadores indios. También de otras personas que por la vestimenta parecen militares y patas con unos sombreros de viajeros ingleses colonialistas. Entre los trabajadores que llevaban sombrero aparecía quién salió en la tercera fotografía de esta bitácora [Los ancestros]. Los indígenas en su mayoría niños y adolescentes. Hay pocos adultos, contados con los dedos de la mano. Hay un personaje de traje oscuro arrimado a un tallo de árbol. En actitud chulesca, que él está por encima de Dios y de las leyes. No mira al fotógrafo, está envanecido de su ego. Se quiere alejar de lo que se está retratando, esa escoria podría decir. Hay niñas indígenas a los pies del jefe y de los otros mayorales, ¿nos quieren decir algo que estén sentadas como a pie de página? ¿Eran Taga, Josefina, Saturia o Virginia? Mueve la cabeza. Eructa. Se pone serio, ¿Qué nos quiere mostrar?, ¿Una alianza armoniosa de civilización y mansos salvajes? Pero si fue todo lo contrario, el terror encharcó estos bosques. De golpe le vino un repentino dolor de cabeza y añoró el café que le preparaba la abuela en su exilio por la selva.

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Informes ambientales muestran altos niveles de contaminación en el río Marañón y la Reserva Pacaya Samiria

El fondo de armario es amazónico

Publicado: enero 25, 2014 en Uncategorized

http://cultura.elpais.com/cultura/2014/01/23/actualidad/1390479980_742205.html

En esta crónica hay una foto de tres muchachos hablando en la calle Paterson de New Jersey. Lo curioso de la foto es que los productos que anuncian son amazónicos. Se busca al dueño o la dueña.