Archivos para junio, 2020

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“Modus vivendi”

Publicado: junio 29, 2020 en Uncategorized

Era muy niño cuando me mostraron el rostro apacible de mi abuelo materno que se había ido al otro barrio. Todavía conservo imborrable su adusto rostro, sus cejas blancas, la camisa de manga larga y parecía que dormía un largo sueño en el féretro. Mis recuerdos de él, del abuelo, son de ráfagas, le gustaba fumar mucho el tabaco hecho por él mismo. Así en esos fragmentos que nos depara los recuerdos, me viene a la memoria la vez que asistía a un colegio cerca de casa, era en jardín. Iba a clases, pero muy libre, tan libre que en los recreos me volvía corriendo a casa y regresaba al cole. En la misma clase estaba una niña de piel aporcelanada, de cabello negro, de ojos un poco rasgados, y muy espigada. Mi impresión era que ella levitaba al caminar. Me he olvidado el nombre de la niña. Un día llegó la noticia que había fallecido, causó alborotó en el aula. Fue tan repentino que nos dejó patidifusos. Ella vivía casi al frente del colegio. En curiosa multitud acudimos a su casa. En esos mismos momentos, su padre que era carpintero, con mucho dolor, construía un ataúd de madera. Cada golpe del martillo me dolía el corazón. Para mí era una escena desgarradora. Mientras tanto la niña descansaba en el suelo con unas velas encendidas alrededor. Me impresionó todo dejándome por un tiempo en un limbo existencial morrocotudo. Esa relación con la muerte en la floresta es la que asaltaba de preguntas. En mis años verdes de la universidad recuerdo el cortometraje de “Radio Belén”, la voz del radioperiódico iba escupiendo noticias. Desde saludos, fiestas, avisos y, de repente, un obituario, con la música escogida para la ocasión, de congoja. Esa vinculación cotidiana de la vida con la muerte está, sin estorbo ni miedo, presente en la vida social de Isla Grande, así mi padre y hermano cuando hablamos me citan como noticia la relación de defunciones por la ínsula. En el antiguo jirón Lima, hoy Próspero, estaba ubicado una funeraria con un letrero grande con el nombre del negocio, siempre que pasaba me quedaba dándole vueltas, especialmente, por el nombre de la funeraria que mostraba, de alguna manera, como nos tomamos la muerte en las ciudades del trópico. El nombre de la funeraria tenía el nombre del exergo de esta crónica: Modus vivendi. Nos decía, en buena cuenta el empresario de este fúnebre negocio, que la muerte o mejor dicho enterrar a los fallecidos era una forma de vivir o de ganarse la vida. Así, sin más y sin dolor.

P. D. Algunos amigos me comentaban que al entrar en algunas funerarias insulares te topas con un letrero grande que dice: ¡Bienvenidos¡

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Una foto con historia o al revés

Publicado: junio 24, 2020 en Uncategorized

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Durante mi lenta y almagrada convalecencia, había perdido cerca de catorce kilos, un amigo Alfonso Castro, cinéfilo empedernido, me manda una foto donde aparece un personaje célebre, conocido mundialmente, con tres chicas de Isla Grande, corrían los años de 1981. Me sacó del estado de ansiedad en que estaba envuelto, era un bucle difícil de salir. Para muchos Isla Grande era un pueblo caótico perdido en la maraña, lo sigue siendo. Me viene bruscamente a la memoria esos primeros años del 81 porque yo iba al segundo año de mi devaluada universidad y vivía un rifirrafe entre el derecho y la literatura. En esos años tuve los primeros amagos o febriles brotes de abandonar la carrera de Derecho y dedicarme a tiempo completo a la Literatura, esos amores furtivos y clandestinos había de acabarse me dije en un alarde de radicalismo, eligiendo a la Literatura. Añoro esos mares de fondo. En esos momentos, recuerdo que no sabía cómo hacer pacífica esa convivencia entre la Literatura y el Derecho que lo aprendí con los años sin ser ajeno a las tensiones que todavía nos embridan.

Miré con detalle la foto que me llegó al móvil. Más que una imagen nos regalaba un pedazo de relato. Esta imagen esconde una maraña de historias entrecruzadas, dije sonriendo para mis adentros. Decidí reenviar la foto a patas y conocidos. Era en plan de una encuesta rápida y empírica, poco ortodoxa también hay que decirlo. A quienes envié la foto reconocieron de inmediato al célebre cantante, pero obviaron a las tres coprotagonistas de la foto. Ninguno preguntó por ellas, me llamó la atención que las miradas se centraran en el divo y no a las muchachas que le acompañaban ¿era un defecto en la mirada?, ¿relucía mi puñetera distorsión ocular de obviar el centro y fijarse en los alrededores?

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La foto es de tres personas sentadas en un aparente puesto de venta de un mercado, se nota en la imagen un sello que lleva el nombre de Cucho P. Dos de las chicas llevan vestidos de tirantes. La otra lleva una camiseta que simula ser un peto y vaqueros claros. Las tres muchachas llevan sandalias, dos de ellas casi iguales, la otra de color negro. La del extremo izquierdo luce un vestido de lunares y muestra relajada una sonrisa, entre manos lleva algo, parece una caja, aunque no se distingue bien. Seguida a ella, está otra muchacha vestida de color verde y está cruzando las piernas. Al lado de esta joven que esboza una leve sonrisa relajada a la cámara está Mick Jagger, sonriente. Con camisa, pero desabrochada que por el cuello se nota la cuerda de unas gafas negras que le cuelgan por el tórax. El también ensaya una sonrisa, nada falsa, da la impresión que está feliz en ese ambiente y en la foto. Viste vaqueros y zapatillas de marca (lo digo porque aparece el logo), entre las piernas parece que lleva una cámara filmadora, pero no se ve bien en la foto. Está relajado como si fuera su casa. En el extremo derecho está la chica de la camiseta peto también muestra una sonrisa discreta y en las manos lleva algo ¿era un aguaje? No se puede saber. Y es abrazada por Jagger para la foto, pareciera una ingenua foto de amigos que se encuentran y deciden inmortalizar el momento. En el suelo hay un mantel que se han olvidado recogerlo. En el extremo izquierdo aparece una mujer, mejor dicho, el vestido de una mujer con sandalias, pero no aparece su rostro. El fondo de la foto es una pared de madera. Si aguzas bien el ojo, donde termina la pared de madera, parece el perfil de un árbol y parece una calle y hay una rueda de una moto (en ese entonces no había motocarros todavía, eso quiero creer). Aquí la foto, lo que viene después son historias.

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Mick Jagger aparece en la foto por la sencilla razón que había ido a Isla Grande porque tenía un papel en la película de Herzog “Fitzcarraldo”. En ese momento Jagger estaba casado con una modelo. Su fama de icono de la contracultura había traspasado fronteras y la foto no defrauda en ese sentido. Sus posaderas descansan en un puesto de venta, presumiblemente, de un mercado ¿el mercado Belén?, ¿será el mercado Belén?, posando con unas amigas de paso. Hago una pausa mientras bebo un sorbo de té de rooibos. Todavía tengo dificultades para respirar, sé que hay un relato sumergido en la imagen, me espolea. De la historia que gráfica la foto son ellas las que dan más miga que Jagger, repaso atascado en un tsunami de preguntas ¿Que hacían ellas en el momento de la foto?, ¿Dónde se tomaron la foto y sí eran conscientes que posaban junto a un divo del rock?, ¿Qué será de sus vidas? A través de un amigo, luego de llamadas y mensajes por el watsap, pude saber el nombre de una de las muchachas que acompañaban a Jagger, la publicó un diario ante la venida de Jagger muchos años después a Lima. Pero la historia sigue allí, me acosa, me muerde y da vueltas ¿Puede ser el inicio de una larga historia?

Mauricio, no te olvidaremos

Publicado: junio 22, 2020 en Uncategorized

Es muy difícil hablar de la partida de un amigo y compañero de ruta. Nos embriagan los recuerdos, los momentos que hemos estado en diferentes lugares con las prisas y saboreando los ideales. Mi paso por una organización indígena en la floresta norte de Perú coincidió con él. Mi memoria locativa lo recuerda en el Ampiyacu, Pucaurquillo (Región de Loreto, Perú) en las asambleas que no eran nada tranquilas, en la maloca mambeando coca con ampiri y escuchando historias. Era un hombre tranquilo, de buen talante, risueño y con gracejo. Así era Mauricio Rubio Rodríguez. En esta misma coordenada estaba Jaime Salazar, quien con gran criterio recomendó fortalecer a las organizaciones de base que andaban abandonadas. Con Jaime y Mauricio estuvimos en el Ampiyacu, Napo, Corrientes, el Putumayo, Pacaya, Samiria y muchos lugares más bajo la idea de robustecer a las federaciones- desde este lado del charco era para fortalecer la ciudadanía y la sociedad civil. No fue una tarea fácil y eso lo comprobó Mauricio cuando visitaba las asambleas en diferentes lugares de la selva norte y recibíamos severos rapapolvos de parte de los asamblearios o comprobar federaciones con fuertes debilidades, muchas eran solo nominales e inactivas. En los momentos complicados, que no eran pocos, sabía mantener la calma y el buen humor. Un caso difícil, de los muchos, fue la de una comunidad cerca de Iquitos cuya inscripción en el registro civil fue cuestión de interpretación y razonabilidad del cumplimiento del Convenio 169 de la OIT. O los casos de pluralismo jurídico que embridaban la cartografía legal en la defensa de los bosques como el de las muertes a brujos en el Napo bajo el paraguas legal del error culturalmente condicionado. Tuvimos momentos dulces y momentos amargos como todo en la vida- me viene a la memoria que me regaló los dientes de una shushupe en clave amazónica, todavía la guardo en la cartera. En una de mis visitas a Pucaurquillo, Mauricio me mostró un gran bloque de cemento que tenía historia de por medio. Ese bloque en plena floresta era el testimonio material de la presencia cauchera en esa zona. Añadió con pausa expectante, que a su pueblo los habían desperdigado por diferentes lugares con el propósito de extraer la goma del monte. El clan original estaba en el Putumayo. Uno de los patrones trajo a un grupo al Ampiyacu y a otro por el río Momón que coincidían en la cartografía del barón cauchero y sus tentáculos. Era la historia y sudores del desarraigo forzado. Lo que contaba Mauricio coincidía con la historia real del descepe no solo del bosque sino de personas humanas, marchamo que cuesta comprender a muchos de mollera dura. La vida nos llevó por diferentes derroteros aunque a los amigos comunes siempre preguntaba por él. A raíz de su fallecimiento, su hijo Brus, me recordó algunas bromas que hacíamos con su padre, nos partíamos de risa y los festejábamos. Miro la foto de él con su familia y dejo escapar una lágrima. Mientras escribía una novela sobre un uitoto de diáspora forzada en Londres “El búho de Queen Garden street”, se me venía como ráfagas las historias de Mauricio sobre el exilio, los sinsabores y las alegrías de su pueblo en ese océano verde. La vida, el azar, la novela y yo le debemos mucho. Descansa en paz. Haremos memoria, no te olvidaremos. Mare.

https://www.clarin.com/cultura/anos-saramago-recuerdo-frases_0_TWbfAP9lE.html?utm_term=Autofeed&utm_medium=Social&utm_source=Facebook#Echobox=1592413664

https://www.eldiario.es/theguardian/Angela-Davis-Sabiamos-proteger-supremacistas_0_1038696894.html

Barbas de náufrago (3)

Publicado: junio 18, 2020 en Uncategorized

Al llegar a casa recibí el cálido y entrañable cariño de F, nos pusimos a llorar abrazándonos y besándonos – estábamos eximidos de la cuarentena porque ambos habíamos tenido la enfermedad. No podía creerlo que estaba en casa. Les mandé una foto a mis padres, mi madre, se puso a llorar al recibirla, para mis verracos fue una situación muy dura y con estrés. Había perdido cerca de catorce kilos como me señaló la balanza de casa. Me miraba jadeante al espejo y no daba crédito al reflejarse mi cuerpo, me recordaba a las imágenes de aquellas sufridas personas de los campos de concentración. Los brazos amoratados por los pinchazos. También había perdido masa muscular. La convalecencia es todo un capítulo aparte de aprendizaje. No es fácil después de una experiencia como la que he vivido, soy consciente y testigo de una pandemia que paralizó al mundo y salí sobreviviente. Tenía varios frentes abiertos que eran necesarios abordarlos. Uno de ellos era la parte emocional (con muchos fantasmas) y otra, la parte física que van de la mano. Volver a casa y mirar los libros de la biblioteca que estaban como los dejé, mostraba la interrupción e irrupción por la enfermedad, me quebré derramando unas lágrimas. En este tortuoso proceso de recuperación con F nos sentábamos a hablar, sin horario, de las sensaciones que me invadían en ese momento. Me llovían agobios, ataques de ansiedad, imágenes del ingreso, sentimientos encontrados y negativos. Era un mejunje emocional incontrolable. F escuchaba los desahogos, se despertaba en mis insomnios. Se levantaba para ver si respiraba bien, era una de sus preocupaciones. Bajo el llanto tenía recién la sensación consciente que pude irme al otro barrio. En el sillón azul que nos acompaña desde El Olmo me puse a leer libros con cierta pausa, me rodeé de ellos porque me daban tranquilidad, tengo la tendencia que a los espacios libres los colonizo con libros. Poco a poco, vuelvo a lo cotidiano. El gusto y los olores los tengo al cincuenta por ciento, voy recuperando el hambre. La prueba de PCR me dio negativo, aunque sabemos que la inmunidad de esta enfermedad está en discusión y, por eso, no hay que bajar la guardia. Mi cuerpo va tomando forma día a día, he subido unos seis kilos. La respiración va recuperando su ritmo. Estoy en este camino de mejora con el apoyo de una psicóloga y con clases de Pilates. Cuando me despierto sigo escribiendo un dietario del naufragio. Estamos de vuelta a casa, cada día a las ocho de la tarde me pongo en la ventana para aplaudir con F por los esfuerzos encomiables de la Sanidad pública, ojalá haya sensibilidad para que escuchen sus reclamos y reivindicaciones, por ella también puedo escribir esta crónica.

https://www.mdzol.com/mundo/2020/5/17/un-filosofo-surcoreano-es-tendencia-por-sus-definiciones-sobre-el-covid-19-79774.html?fbclid=IwAR15inBkCmAJmDHRNKUtUBCVErqz9w4ABKIzC28GqPUC7yYyCOq76DRonKQ

Serían 84 años

Publicado: junio 16, 2020 en Uncategorized

Ofelia Montesco tendría 84 años si no fuera que un día como hoy falleciera en Ciudad de México. Hace 37 años partió la actriz amazónica, un 16 de junio en 1983. No la olvidaremos.