Archivos para febrero, 2021
David Grossman: “Es muy fácil sacar al racista que mucha gente lleva en su interior”
Publicado: febrero 25, 2021 en Uncategorizedcompañero con quien discutíamos, apasionadamente, por la floresta
La Amazonía con todos sus problemas y posibilidades está envuelta, por estos días, en una lluvia de “pactos” en la que ella poco a nada ha tenido que decir. De la noche a la mañana han brotado como hongos los pactos en una de las zonas de “alta conflictividad social”, como es Loreto, de acuerdo al último boletín de conflictos sociales de la Defensoría del Pueblo ¿De dónde nacen los pactos? Una de las razones esgrimidas de los “pactos” es el contexto electoral o la crisis de la pandemia que mostrado todas las debilidades en la región, sobre todo de gestión de parte de los responsables y, de alguna manera, de la carencia de compromiso cívico de parte de la ciudadanía. En una de las justificaciones de los “pactos” se menciona, como una de las razones, el Bicentenario, pero la cita con la historia es solo residual o de soso aliño a lo largo del texto. Como es por todos conocidos, los planes de ajuste estructural aplicado en los noventa han desvalijado el poco Estado que había y estamos pagando las consecuencias con creces, como es el caso de la salud pública. Como decía hace poco la periodista Sonaly Tuesta, lo paradójico es que en la región “pulmón del mundo” las personas se están muriendo por falta de oxígeno. En medio de toda esta crisis, de varios frentes, emergen los pactos de marras en uno y otro lado del bosque. Uno de ellos promovidos en Iquitos de gran aliento extractivista y con su posición clara a favor de la opacidad como el no al Convenio Escazú. El otro pacto con una visión más “centralista” que pasa de pie juntillas los problemas de la Amazonía, nos dibuja una floresta edulcorada y bastante alejada a lo que se vive a diario, con halitosis utilitarista y de conceptos vagos, que poco ayudan al debate. Estas dos propuestas de pactos, desgraciadamente, nos está mostrando que no tenemos una capacidad de respuesta desde la floresta para rebatirlas, nadie ha dicho nada. Unas influirán más que otras, seguro, por sus auspiciadores que se enjuagan hablando de la Amazonia al margen de lo que suceda en ella. Estamos en el medio de estos dos pufos. Las dos propuestas, a pesar con todo el respaldo que tienen detrás, tienen limitaciones. Seguimos perdiendo.
P. D. Con Ricardo Delgado Tuesta, fui compañero de colegio y de universidad, partícipes y cómplices de muchas reflexiones sobre la Amazonia y de tardes de cine en “los años verdes”. Fino lector, recuerdo que me prestó el libro de Ovidio “El arte de amar”, del cual era un fervoroso seguidor del poeta romano. Su partida fue un zurriagazo en medio de estos tiempos inciertos de pandemia. Todavía vamos asimilándolo. Acompañamos en el sentimiento a su familia. Que la tierra te sea leve, Ricardo.
Santiago Alba Rico: «La monarquía ha sido uno de los grandes obstáculos para la democratización de España»
Publicado: febrero 18, 2021 en UncategorizedEva Illouz: “El capitalismo ha creado grandes bolsas de miseria sentimental”
Publicado: febrero 11, 2021 en UncategorizedP. D. Recuerdo que en el medio rural hay más salero con el entorno que se vive. He escuchado nombres de lagos como el de Shañococha, Calzóncocha, entre otros.
Manolo Berjón y Miguel Ángel Cadenas: Abrir los ojos a la «realidad»: lo que nos ha provocado “El jaguar abre los ojos” del poeta amazónico Carlos Reyes.
Publicado: febrero 1, 2021 en Uncategorized
Carlos Reyes Ramírez, poeta amazónico
La poética de Carlos Reyes está incrustada en la floresta. Para él el bosque es memoria, es otear desde otra arista. Definitivamente, es un escritor de márgenes. En ese sentido van las palabras de Manolo y Miguel Ángel, amigos y amazónicos por convicción.
Baudelaire es uno de los grandes poetas de la Modernidad. En su libro “Las flores del mal” tiene un poema dedicado a un gato. El gato es un animal de compañía, un animal domesticado, aunque no deja de ser un depredador, pero domesticado. Por un lado, Baudelaire escribe sobre un gato, mientras la Modernidad, estamos en pleno s. XIX, extiende sus negocios por todo el planeta. Los combustibles fósiles, responsables de gran parte del cambio climático, están en la base de este modelo de civilización. Últimamente se ha acuñado el término antropoceno para indicar que la actividad humana está provocando un colapso de los ecosistemas. En resumen, Baudelaire escribe sobre un gato, a la par que la Modernidad depreda el planeta.
En América Latina, continente donde tradicionalmente se extraen materias primas, la experiencia es diferente. El mexicano José Emilio Pacheco construye un breve poema sobre un gato.
GATO
Ven, acércate más…
Eres mi oportunidad
De acariciar al tigre…
-y de citar a Baudelaire.
En José Emilio Pacheco el gato sirve como añoranza del tigre, animal emblemático. Este recuerdo le lleva a querer acariciarle. Pero el tigre es salvaje, y no se le puede acariciar. Se tiene que conformar con acariciar a un gato.
Carlos Reyes da un paso más. Ya no es únicamente la posibilidad de acariciar al tigre, sino de mirar con los ojos del jaguar. A diferencia de la mirada exótica de la Modernidad, Carlos Reyes mira la vida cotidiana. Basta leer el título de sus poemas: “Biblioteca de madera en la habitación”, “Los periódicos viejos”, “Evocación de un viejo poeta”, “Viaje de un poeta en ómnibus latinoamericano”… Esto nos parece impresionante, “el jaguar abre los ojos” y percibe lo cotidiano. Estamos lejos del exotismo moderno.
En la mirada occidental el jaguar mata para comer. En cambio, en la mirada indígena come para matar. Los occidentales percibimos que el jaguar come pero no acaba con toda la carne a su disposición, sería un suicidio. Es más bien un controlador de herbívoros y medianos depredadores. El jaguar controla, por ejemplo, al cerdo de monte. Este último es un dispersador de semillas que, al no ser controlado por el jaguar, podría convertirse en una plaga y afectar el equilibrio del bosque depredando la naturaleza a su disposición y frenando la regeneración del mismo. Más bien es la ampliación de la frontera agrícola, las carreteras, la deforestación… la que está acabando con el jaguar haciendo desaparecer su ecosistema. En la mirada indígena, integrada en prácticas ancestrales de conservación de la naturaleza, el jaguar come para seguir matando, es un predador nato. Pero las consecuencias de esta predación contribuyen a la preservación de la biodiversidad.
El jaguar es la gran metáfora amazónica para hablar de la alteridad, de la incorporación del otro. Un predador solitario, una predación que conserva el planeta.La alteridad, el otro, el otro comido, el otro incorporado. Estamos lejos de la identidad.
A Carlos Reyes le interesan los ojos del jaguar. Los cazadores indican que son hipnóticos, que jalan, que tienen imán. Por eso, cuando un humano se encuentra con un jaguar tiene que mirarle a los ojos, no se puede apartar la mirada. Es un desafío, un reto. Sólo hay cabida para uno: el más fuerte. Y no cabe despistarse, de lo contrario te come. En los poemas existe un contraste entre los “ojos de gata de Marlene” y los “ojos de la serpiente”, los “resplandecientes ojos” [del río, percibido como una boa, como purawa] y el “ojo de búho trasnochado”. Los cuatro son predadores nocturnos. Pero mientras el gato está domesticado, la serpiente, la boa y el búho pertenecen al mundo salvaje, al mundo del jaguar, que ya hemos visto más equilibrado que el ojo de la Modernidad.
Recapitulemos. Baudelaire evoca un gato, José Emilio Pacheco lo acaricia pensando en un tigre y Carlos Reyes mira con los ojos del jaguar. La Modernidad se deleita con el gato, esquilma los recursos naturales y depreda el planeta dejándolo exhausto. En cambio el jaguar, siendo un predador, mata, “casi” exclusivamente, para comer y preserva los ecosistemas. Un jaguar que nos ayuda a mantener el planeta vivo. He ahí la diferencia. Uno mata indiscriminadamente para mantener un ritmo de vida agotador (“carreteras”, “destrucción”, “fuego”… en los poemas), el otro mata para comer. Y comer no es únicamente saciar el hambre, incluso excede el nutrirse. De hecho, muchos pueblos indígenas desubjetivizan la comida para poderla ingerir. Comer implica incorporar al otro, al diferente, comer supone alteridad. Somos lo que comemos, y comemos lo diferente, lo extraño. Por eso nuestro cuerpo está hecho de nuestra comida: “mi hija” “escond[i]e[ndo] su rostro de fruta entre carnes rojas y aves degolladas” o el “libro” que “desayuna plátanos y pescado por las mañanas”. “Libro verde con cara prestada, con rostro verde de alquiler”. Comida y alteridad. Somos selva. Bosque y río, diría Carlos Reyes.
LA MIRADA…
¿Qué mira Carlos Reyes en “El jaguar abre los ojos”? Mira muchas cosas y situaciones, especialmente la vida cotidiana. Mira los libros, “para incendiar el mundo”. Mira “un cíclope escapado de libros de espanto” y el “libro arcoíris”. Señalemos de pasada que el libro sobrepasa una obra impresa de papel…, también el arcoíris es un libro. Estamos ante un “exceso”, algo que supera la definición habitual de libro. Algo más que un lugar donde leer la naturaleza. Dejemos para más adelante una brevísima referencia al cíclope y al arcoíris.
La mirada de Carlos Reyes es, sobre todo, una mirada poética cargada de empatía. Aunque percibe un “bosque arrasado” y “ve[o] el plástico y las ruedas del consumo”. Aunque “las luces de la ciudad [un tema importante en su obra] […] impiden ver el tremor de las estrellas”, no pierde la esperanza. Se percibe empatía en muchos lugares de su obra. La mirada de Carlos Reyes nos abre a la realidad otra.
… QUE ABRE ONTOLOGÍAS
A grosso modo, entendemos por ontología la forma de conocer e interpretar el mundo, la realidad. Occidente privilegia una ontología naturalista y explica el mundo y la realidad a través de la ciencia. Es real aquello que tiene una explicación científica o puede llegar a tenerla. Otros pueblos consideran que todos los seres tienen espíritu: los árboles, el rayo, el río… Es real lo que tiene algún grado de animación o agencia. Podríamos denominar esta ontología como animista. Existen más ontologías, pero es suficiente para nuestro propósito.
Nos valemos del poema “Para hablar del río Amazonas” en este punto. Este poema narra “nuestra” historia. Ese río que no olvida “los genocidios por la trémula leche del árbol” (caucho), cuya “arena ocre, la que María del Carmen, mi abuela, garabateó hace ochenta años”. Ese río de abundancia en otras épocas pero que ahora brilla por “su ausencia de peces plateados”. Veremos que en el poema hay otros seres con agencia, generando un exceso de historia, tal como la entendemos los occidentales.
Ese río desemboca “en una galaxia desconocida”, llevando la historia más allá de su componente exclusivamente humano donde interviene la “yakumama”. En nuestra opinión no son exclusivamente concesiones poéticas, sino que entronca con las propuestas más actuales de llevar la historia más allá de lo humano. Convergiendo en lo que podemos denominar como una “forma de componer el mundo”, una historia con cabida para otros seres (“serpiente sigilosa”, “yakumama”). Lo podemos denominar como una “ontohistoria”: una “ontología histórica”, una historia donde intervienen otros seres, además de los humanos. Y decimos “intervenir” porque no son cosas, son seres con capacidad de acción, con agencia, con poder transformativo. Veamos el verso: “[e]se río insinúa violentar las normas impuestas por la corporación boca y garras de otorongo” .
Es el río que, tímidamente, pues solo insinúa, trastoca las “normas impuestas”. Un río, por tanto, que interviene en las decisiones históricas donde las corporaciones mandan. Un río que entra en política, en el sentido de participar en las decisiones de la polis. Esto supone un “exceso”. Es lo que se denomina como “cosmopolítica”: una política donde intervienen otros seres, además de los humanos, en este caso el río. Se excede la ontología occidental para abrir otras ontologías. En la América indígena el río también tiene agencia, es un sujeto.
Y acá regresamos al “cíclope” y el “libro arcoíris”. Mientras el primero es una concesión poética tomada de la mitología griega, que es leída desde una ontología naturalista, el segundo va más allá de las concesiones poéticas y deja vislumbrar una ontología animista: básicamente todos los seres tienen espíritu. Junto al “ordenador” aparece la “serpiente”. En otros poemas aparece el “bigbang” [teoría propuesta por el sacerdote belga George Lamaître], “supernovas”, “[s]e dijo que las aves fueron reptiles a quienes les crecieron plumas y así volaron”… que son descripciones de la ciencia actual, dentro de la ontología naturalista occidental, al igual que aparece la “yakukama”, la “serpiente” y el “libro arcoíris”. Y acá volvemos a matizar. No son ontologías contrapuestas que se anulan una a otra. Se trata más bien de una “poliontología”: el autor combina una ontología naturalista y otra animista como parte de la vida cotidiana, sin renunciar a ninguna de ellas.
La “yakumama”, el río “serpiente”, el “libro arcoíris”, el “libro con vida propia”… postulan otra realidad, una realidad otra. Por eso, dragar el río no es únicamente una intervención con desastrosas consecuencias medioambientales. Es mucho más. Dragar el río es hacer huir a la serpiente que le da vida, es borrar el fundamento de la realidad, es anular la realidad misma. En este sentido, dragar el río es un despropósito ontológico, es un “ontocidio”, si se nos permite la expresión. De nuevo, la Modernidad que devasta el planeta juzga como primitivas las prácticas más acordes con la conservación del mismo.
MÁS ALLÁ DEL LOGOCENTRISMO
Daremos una mirada al poema “Mi madre silba una tonada en un planeta bocabajo”. La comunicación se establece más allá de la razón, con un silbido. El silbido es importante en la Amazonía, tanto para comunicarse con personas, como con animales y otros seres. Los chamanes lo utilizan para relacionarse con los espíritus. El silbido establece una comunicación más emotiva e intensa. Esto nos invita a superar el logocentrismo occidental.
En la expansión moderna para conseguir “recursos naturales” surgen conflictos. Entonces se apela al diálogo como solución. Un diálogo que nunca es sobre quién nombra la realidad. La realidad viene definida por el poder (el Estado y el capital) y en esos términos se conduce tal diálogo. De esta manera se priva a grandes masas de población de “poder ontológico”: la posibilidad de nombrar la realidad. El diálogo al que apelan viene construido de palabras, logocéntrico, que conscientemente deja fuera de la conversación las prácticas de esquilmación del planeta. Un diálogo al que siempre apelan los que detentan el poder y que va a la par con sus prácticas predadoras.
Los que no aceptan este diálogo son tildados de salvajes. No cuestionan necesariamente el diálogo en sí mismo, pero sí los términos en los que se desarrolla: quieren nombrar la realidad. Los desarrollistas, en nombre del “bien común”, capturan la realidad e impiden que otros grupos la nombren. Esta privación es un “despojo ontológico”. No se trata de dialogar, sino de saciar el hambre, de participar en los beneficios conservando el planeta. De nuevo percibimos un diálogo logocéntrico que oculta una predación voraz (“predación moderna”). Aquellos que son vistos como opuestos al diálogo, a la Modernidad, mantienen ritmos de vida predadores que han conservado el planeta, una “predación jaguar”. El diálogo que reclaman los que mandan embrutece porque es incapaz de ver otras ontologías, otra realidad. Un diálogo que constriñe en la ontología naturalista moderna, imponiéndose a otras visiones de la realidad, irrumpiendo la colonialidad del poder.
Una última nota antes de concluir. Si el lenguaje crea la realidad, su carácter performativo, el silbido la construye. Éste “arranca la emoción de un niño”, despierta “a los fantasmas”. El silbido genera cauces de entendimiento que superan el logocentrismo y coloca la comunicación en un ámbito diferente. La emoción surge. El poema fluye y se resuelve.
Sirvan estas palabras como una pequeña contribución a la obra poética de Carlos Reyes. Le felicitamos por su poesía. Le agradecemos la construcción de emociones con palabras y silbidos, sobrepasando el significado para podernos comprender como personas. Nos abre a la realidad, a otra realidad, a la realidad otra. Invitamos a la lectura pausada de sus poemas: https://www.descubrelima.pe/coleccion-lima-lee/el-jaguar-abre-los-ojos.
[1] En nuestra interpretación distinguimos entre “predación jaguar” y “predación moderna”. Más allá de este verso nos guiamos por el título del libro, mucho más abarcante.
** Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada – Iquitos