Archivos para octubre, 2017

Zonas de fronteras

Publicado: octubre 31, 2017 en Uncategorized

Estas zonas son áreas de la vida cotidiana donde la palabra o el momento cambian rápidamente, a veces, radicalmente para bien o para mal. Con una velocidad que nos apabulla. Son momentos que nos dejan desconcertados. Quieres morderte la lengua arrepintiéndote. Pides volver a vivir esa situación sin la metida de pata reciente. La quieres borrar, olvidar, garrapatear. Una palabra como pata, por ejemplo, en el lenguaje coloquial peruano, significa un amigo, un gran amigo, es algo tuyo afectivamente, en quien puedes confiar y contar, un parceiro cabal. Es algo metafóricamente (con una pata o pie) con quien o con quienes caminas en la vida. Pero muchas veces por circunstancias de la vida tu pata, tu chochera, tu causa, tu compinche, se puede volver, añadiendo una letra a pata, en un patán, en un zafio, y claro, la amistad se resiente y hasta se puede romper ¿qué pasó para que tu pata sea un patán? Me interesa rastrear ese pasillo emocional donde muta el significado de las palabras y del momento. Las amistades son más delicadas que un jardín japonés. Hay que mimarlas, respetar los silencios, es un trabajo que requiere, en cantidades, tolerancia mutua. Los humanos somos así de complejos. En las situaciones de cierta intimidad lo sublime se puede volver ridículo, chabacano, se desluce ¿qué sucede en ese intervalo de tiempo para que todo se vaya al traste? Una palabra mal escogida para el momento se puede tornarse contra ti por más disculpas que puedas dar luego. La tan trillada situación que de una situación de amor se pase al odio o al revés ¿qué se nos pasa por la cabeza?, ¿por qué ese cambio de percepción?, ¿por qué esos cambios en cuestión de segundos o minutos?, ¿era ya una situación larvada a lo largo del tiempo y que irrumpe en un momento determinado? Esas zonas de fronteras la vivimos cada día y hay que saber lidiar con esas situaciones que pueden aplastar la mejor de las intenciones.

Entrevista a Antonio Zapata, historiador y docente universitario, quien acaba de publicar ‘La guerra senderista: hablan los enemigos’ (Taurus), libro que es, en parte, producto de una serie de conversaciones con la número dos de Sendero Luminoso, Elena Iparraguirre.

http://larepublica.pe/politica/1096503-en-el-peru-por-sus-fracturas-sociales-hay-espacio-para-opciones-radicales

La compañía del Alto Putumayo

Publicado: octubre 29, 2017 en Uncategorized


Foto: Jorge Nájar

Un día de entrada del otoño llegó a casa por correo la trilogía de Jorge Nájar, “El árbol de Sodoma”, desde París. Tenía interés en leer esa novela que aborda un momento de la vida en la floresta, antes ya había leído “El alucinado” del mismo autor. Parto de la premisa que la cartografía de la novela de la floresta es una construcción de muchas voces y de diferentes centros que tiene la Amazonía. Además, es una novela escrita por un exiliado de los montes y con la debida distancia de un océano de por medio. Confieso que a lo largo de la novela “La compañía del Alto Putumayo” he ido haciendo anotaciones desde la primera página, iba a rebufo de la historia relatada. Un pintor vuelve al condado literario de Mayushín- Sodoma invitado por el municipio para que pinte un lienzo en la iglesia de la ciudad. Las imágenes a pergeñar le cuestan mucho plasmarlo en el cuadro. Sufre bloqueos para dar en la diana. Esos vacíos o lienzos en blancos están relacionados con la historia de fondo del pintor. Está vinculado con la vida en el condado literario de Mayushín- Sodoma, es un nombre shipibo enlazado a una estigmatizada ciudad de los libros sagrados. Cuando la realidad resulta muy insoportable, esquemática o no satisface al creador este se vuelve, a la fuerza, pasmosamente deicida e inventa ciudades- es el mismo camino de Faulkner, García Márquez, Juan Rulfo, Muñoz Molina entre otros. No creo que la ciudad donde centra su protagonismo “La compañía del Alto Putumayo” sea la ciudad de Pucallpa, me parece que eso es un comentario fácil, la elección del nombre va más allá de esa urbe amazónica donde la razón y el mito se funden ¿puede ser cualquier urbe amazónica? Mayushin (que también es una palabra china) tiene sus propias reglas, su propio orden, su propia visión. La vida del protagonista Pedro Sifuentes se entrecruza con lo que sucede en la ciudad. A contrapunto observamos que el narrador quiere ser un cronista de una ciudad que hace aguas por todos lados. Rastrea, cartografía una urbe que ya no es lo que era. Cabe preguntarse ¿Alguna vez lo fue? El relato tiene un valioso apoyo en la voz de Juan Chufandama quien da pie a muchas historias del relato popular y del registro de la ciudad, es un vivo caleidoscopio. Chufandama muestra que Mayushín- Sodoma tiene otro forro, otra textura que un simple observador no ve. La novela irrumpe contra la idea que en la selva está el paraíso, la paz edénica y otras estampas edulcoradas de rancio romanticismo. La floresta está secuestrada por muchas violencias amontonadas en su historia como el caucho, el narcotráfico, el terrorismo, la corrupción. Es esa parcela del perpetuo expolio de los recursos naturales y de las vidas humanas (los pishtacos o pelacaras en la novela de Nájar toman ribetes casi universales). Esa violencia empozada del tiempo ha irrumpido en las vidas personales de los protagonistas desde la enfermedad a la piel de Toña Sáenz hasta el bloqueo creativo de Pedro. La novela es un tatuaje de diferentes vértices en la memoria del tiempo.

Supercherías

Publicado: octubre 26, 2017 en Uncategorized

Todos mentimos un pelín sobre nuestra historia personal. La borramos, la rehacemos. Muchas veces, la memoria usando un mecanismo prodigioso de autodefensa le insufla olvido sobre esa parcela. Es más, algunos la reinventan, y como bien sabemos, en las reinvenciones hay trozos de diferentes maderos. Le añadimos supercherías. Hay en nuestras vidas zonas más claras y otras más oscuras, la ambigüedad humana. Las reglas sociales nos conminan a decir la verdad, pero sabemos que cada uno solemos añadir y quitar algo sobre nuestras biografías. Es la vanidad tan humana. Quizás, a modo de entender lo que nos pasa, tejemos esos pliegues que nos dan la autoestima para no hundirnos en el lodo. Son mentiras que no dañan. Si decimos la verdad, en puridad, podemos lastimar y lastimarnos. Pero hay mentiras que sobrepasan el redil privado y menoscaban la vida social. En plena vigencia de la llamada “industria de la memoria histórica” irrumpe como un pistoletazo en un concierto, la vida y obra de Enric Marco, quien es el personaje de la novela de no ficción con ficción de Javier Cercas. Enric Marco fue presidente de una asociación relacionada a la memoria histórica de lo sucedido en los campos de concentración nazis. La historia de Marco merecía una novela como “El impostor”. Es un mediópata. Su historia de vida es una mentira con guarniciones de verdad. En cada momento de su vida se reinventa. A ratos me hacía recordar a un personaje de Woddy Allen, Zelig en que el personaje se mimetizaba con el contexto. Con Marco pasa igual en cada tramo de su vida se inventa una vida y muta de acuerdo con el contexto. Digo una vida, no, no una vida, sino muchas vidas. Hay muchos Marco a lo largo de su relato que pervive con kilos de mentira y gramos de verdad. Así llega a ser el máximo dirigente de una central sindical, el urde una historia de exiliado español en un campo de concentración que luego desmontan toda su historia. Revelan que el no estuvo como prisionero en ese campo de concentración y revienta la fiesta y al personaje labrado por años. Cae en desgracia. Formalmente la novela es exquisita, estamos bajo el hechizo del autor que nos lleva y nos trae a su antojo a lo largo del relato. No es su intención llenar de moralina la historia, cada lectora o lector debe sacar la suya.

Un apunte a pie de página: a la industria de la memoria histórica no hay que esa endosarle carga negativa a que Cercas apunta; muchas historias olvidadas han sido rescatadas por esa industria que tanto molesta a Cercas.

El volumen de comentarios insultantes y abusivos en las redes sociales resulta insoportable. Me encuentro todo el tiempo, un día tras otro, con tuits que me llaman farsante, nenaza (sic), engañifa, mierda, mentirosa, gorda, chiflada, que no sé latín… Es agotador. A eso se añaden las provocaciones y los cuestionamientos constantes, donde se tergiversan mis palabras y se aprovecha cualquier oportunidad para decir que he cambiado de criterio, me he acobardado o lo que sea. Hay que hacer grandes esfuerzos para mostrarse educada y tranquila ante ese diluvio…

https://elpais.com/tecnologia/2017/09/29/actualidad/1506681006_767084.html

La abuela alborota a la familia

Publicado: octubre 24, 2017 en Uncategorized

Un día cualquiera la abuela se levanta de la cama. Parecía que lo estaba rumiando desde hace un buen tiempo su decisión. Hace sus labores rutinarias de casa como si no pasara nada, el abuelo también. Aprovechando que están en su habitación, en el día de su cumpleaños, la abuela suelta el bombazo del día y produce una rotura tectónica en la familia. Le dijo mirándole a los ojos a su marido: me quiero divorciar. Lo noticia fue un zurriagazo para el abuelo que no se lo esperaba luego de cincuenta años de vida en común ¿quién iba a pensar que una señora discreta, tradicional y en una relación jerárquica con el marido tomara la decisión de divorciarse? Él estaba jubilado y pasaba el tiempo con sus amigos y haciendo cosas (de macho) de esas edades. Claro, lo que le dijo la abuela le partía por entero esa apacible vida de jubilado que gozaba. Los hijos en una reunión familiar, al saber la noticia, piensan que a la madre se le ha ido la olla ¿luego de tantos años de matrimonio y la abuela da el campanazo? Era tres hijos. El mayor tenía niños y de un perfil como su padre. La hermana se quería divorciar pero ante la bomba de la madre hace que aplace y medite su decisión. Y el menor pensaba casarse con una grácil enfermera. El novio afinaba el piano para el concierto. El cuadro es de una familia japonesa que vive entre la modernidad y la tradición (la tradición es encarnado por el padre) y la modernidad el muchacho joven y aspirante al matrimonio. El anuncio del divorcio hace que el mundo familiar esté de patas arriba. Hay sanedrines de los hermanos, discuten, no entienden la decisión de la madre. El padre/ abuelo camino desconcertado. La abuela sigue en sus labores habituales entre ellos va a un Centro de Mayores donde, con otras señoras de su edad, analizan novelas (en un momento pensó que esas novelas podían haberla perturbado la vida conyugal). La decisión de la abuela/madre parece firme, inclusive trae la instancia para rellenar y presentarlo para el divorcio y le conmina al marido a firmarlo. A él se le cae el mundo. Recuerda los momentos que pasaron juntos. Lo medita y firma la solicitud. La mujer con mirada seria coge y rompe la solicitud. Y le reprocha diciéndole que ella le pidió el divorcio porque durante esos años de vida en común él le hacía de menos. Que estaba harta de sus manías. Que necesitaba que él la escuchara. Como consecuencia del estrés de esos días el abuelo tiene un ataque al corazón y de alguna manera, muy ambigua, se reconcilian. Hubiera sido interesante que la abuela llegara hasta el final en su petición pero eso ya es otra historia y otro guión.

*Es el resumen de la película de Yoji Yamada “Maravillosa familia de Tokio”, la historia es contada con un sano humor.


El mapa del Londres de Jane Austen. AVENTURAS LITERARIAS

https://politica.elpais.com/politica/2017/10/17/diario_de_espana/1508236918_699064.html

Cansancio

Publicado: octubre 22, 2017 en Uncategorized

Por estos días se publicó una noticia que para muchos era residual, casi una anécdota o noticia sin importancia en estos tiempos huérfanos, pero esbozaba el itinerario en el que estamos sumergidos. Un trabajador de un medio comunicación japonés murió por exceso de trabajo, llevaba no sé cuantas horas extras de trabajo a todo pulmón. Sin pegar un ojo, el cuerpo que muestra los límites de lo humano, no soportó y murió. En japonés a esta situación laboral se le llama karoshi. Busco en internet y salen muchas más muertes por este exceso de trabajo. La muerte circunstancial de este hombre (también hay mujeres que mueren de karoshi) se me entrecruzaba con el libro “La sociedad del cansancio” de Byung- Chul Han, un filósofo surcoreano, cuyas obras no son un tocho ininteligible de metafísica sino que el autor quiere leer el relato de los difíciles tiempos en que vivimos en un lenguaje claro. No es tarea fácil. Según el abordaje de este filósofo los tiempos que estamos viviendo son sociedades donde no nos damos tregua, que hemos perdido la cualidad de observar y sobre todo de reposar. De darse una pausa a todo lo que viene ocurriendo. De gozar el tiempo de un intermezzo, mi amiga Sulamita Gottlieb, en una de sus memorables pláticas al lado del río Charles, me decía que los silencios son muy importantes para la música, y no solo para la música. De poner en negro sobre blanco lo que ha ocurrido durante el día, una clara muestra de ese empacho de ocupación son las competiciones futbolísticas donde apenas se saborea el triunfo o la derrota y donde el tiempo es frágil, mutante, casi de olvido y castiga a los periodistas deportivos que están encallados en otro tiempo y contexto que no logran descifrar los códigos de lo efímero. Un claro síntoma o indicador de lo que ocurre en estos tiempos de las prisas es el mentado síndrome de burnout o también llamado coloquialmente, el quemado laboral, que por exceso de trabajo uno termina por explotar y hundirse en una depresión pasmosa. Al final la sociedad y sus integrantes terminan agotados y al borde de un karoshi al estar, casi siempre, en modo “conectado”. Añade también el autor de “La sociedad del cansancio” que las sociedades disciplinarias que habían internalizado el concepto del deber y la culpa a dado paso a una sociedad que elimina barreras y prohibiciones, prima la persona sobre el colectivo dando paso al Narciso actual que recorre las avenidas y calles. Una muestra de ese yo en alfa es el ciclista urbano: no hay reglas, embiste en veredas y calles, se salta semáforos en rojos, van por la calzada peatonal sin importar un pimiento el resto. No hay límite. Me parece que Byung- Chul ha dado en la diana en este convulso y cansado mundo en que vivimos.

La producción artística de Claudia Coca (Lima, 1970) no se restringe al campo objetual, sino también se pone de manifiesto en la producción intelectual y pedagógica, finalmente, con una voz reflexiva, crítica. Expone en paralelo (y en diálogo) ‘Cuentos Bárbaros –otras tempestades–’ y ‘Cuentos Bárbaros –territorios cercanos–’, desde donde busca descolonizar la cultura de la vergüenza. En esta entrevista, ponemos en debate el mestizaje, la identidad, la diversidad, el arte y la libertad de expresión.

https://peru21.pe/cultura/claudia-coca-me-preocupa-palabra-identidad-busca-camino-380596

¿Charcos de optimismo?

Publicado: octubre 19, 2017 en Uncategorized

En una de las tardes después de clases de la universidad, en un cine club que era gestionado por una cooperativa, por el centro de Lima, hicimos una larga cola con mi amigo el Txolo Castro para ver una película de Pier Paolo Passolini, no recuerdo el nombre, pero sí la primera imagen, el cine está llena de buena imágenes. Izaban una bandera y con ella quería simbolizar el triunfo del fascismo. En mi mente, cual efecto reflejo, la imagen me dio repelús. Eso de levantar banderas me produce sonrojo y vergüenza ajena (en nombre de ella se han producido muertes inocentes, se han dicho tonterías también). Pienso que quienes enarbolan y se apegan a una bandera es porque le faltan ideas, es el último reducto que les queda. Son del bando del que no quieren discutir, hablar, platicar. No sé de donde me viene esa alergia a ese patriotismo superficial. De esa retórica hueca. Creo en una patria más grande y con otros valores, más universales. Digo todo este rollo, por lo que veo en las noticias y en la tele, sobre ese patriotismo emergente que produce ir al mundial de fútbol- los peruanos y peruanas tenemos una dilatada expriencia de no ir a mundiales y no pasa nada, el mundo sigue igual. Ese patriotismo fácil de ponerse una camiseta y de ponerse a gritar desaforadamente cánticos, me parece que es como volver a las cavernas. He estado pulseando a varios amigos y conocidos sobre el último resultado de Perú para ganarse un billete para el mundial en Rusia y me deparaba muchas sorpresas. Me encontraba con un optimismo superlativo, decía alguien que los pesimistas son los más realistas, pero yo, sinceramente, no encontraba ningún motivo para ese optimismo. Hasta mi viejito estaba exultante y con certidumbre del triunfo, a pesar que él es bastante crítico con la profesionalidad de los jugadores ¿habrán sido los medios de comunicación en esa campaña perversa de distracción de los problemas reales? La mayoría de los consultados estaban contentos, casi rozando el estado de gracia o éxtasis, por el repechaje o repesca contra Nueva Zelanda, y eso que todavía no hemos jugado y ya estaban haciendo planes para el mundial de Rusia. Lucían la blanquirroja como muestra de ese cariño a la patria con golpes y besos en el escudo. Pero les decía ¿acaso no es la misma chance/opción que te queda cuando no apruebas una materia y vas al sustitutorio de mis épocas?, ¿estamos valorando el esfuerzo colectivo? No me respondían o me lanzaban a bocajarro que era un eterno aguafiestas (o un tocapelotas morrocotudo). Otros súper contentos porque Ecuador y Chile estaban fuera del mundial, pero nosotros también podemos quedarnos sin mundial y ponían caras largas. Eres un incordio. Calla, calla ¡Viva el Perú, carajo!